El desfile del millón de euros |
Todos los años se repite el mismo desfile y el mismo dispendio. El año pasado fueron 800.000 euros sin contar la exhibición aérea (gasto que se mantiene este año), con lo que estaríamos hablando de una cantidad cercana o superior al millón de euros. Solo montar las gradas supone un gasto de unos 250.000 euros, que van a engrosar la contabilidad de una empresa privada, claro está. Muchos pensaron que la llegada de Felipe VI supondría revestir de cierta modernidad al Estado y, aunque nadie esperaba grandes cambios en lo esencial, lo cierto es que el tiempo ha demostrado el error de tales expectativas. Puede, incluso, que la tendencia sea de cierta involución a tenor del último discurso del rey.
¿Necesitamos despilfarrar un millón de euros?
Dejando a un lado los niveles de desempleo, la precariedad laboral, los recortes en sanidad y educación, la fuga de investigadores y otras situaciones desesperadas, resulta incuestionable que ni siquiera las condiciones en las que se encuentran las fuerzas armadas aconsejan gastar un millón de euros en un desfile. Este año hemos sido conocedores de la existencia de 12 aviones Eurofighter almacenados para no aumentar el déficit; soldados limpiando cuarteles, “durmiendo en cuchitriles mientras los oficiales duermen en suites“ o comiendo deficientemente; militares discapacitados y heridos a los que no se indemniza y terminan denunciando al ministerio de Defensa; militares retirados a los que se les suprime las ayudas sociales; denuncias públicas de pilotos sobre las condiciones de los helicópteros del SAR (Servicio Aéreo de Rescate)… ¡Y hay mucho más!: carros de combate despiezados por falta de dinero para pagar el combustible, fusiles HK defectuosos (cambiados por Alemania) que se mantienen por falta de fondos…
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Pero, hay prioridades y prioridades. Todo lo anterior es accesorio para la cúpula militar, irrelevante si se quiere, pero organizar un gran desfile es imprescindible, por lo que se ve, para la seguridad nacional y la moral de nuestras fuerzas armadas. Y para el japoneseo y el peloteo de los altos mandos militares a las correspondientes autoridades, aunque ello cueste un millón de euros. Ciertamente, se trata un gasto casi tan indispensable como los campos de golf para oficiales a precio de 600.000 euros.
Sentido común
No será fácil que la cúpula militar aplique el sentido común, pues si lo tuviera ya lo habría utilizado, pero es necesario que toda la sociedad reivindiquemos un cambio drástico del modelo. Detrás del gran desfile del 12 de octubre también existe una cultura con la que hay que terminar. Los desfiles son anacrónicos e inútiles, ya que nada le aporta a la sociedad todo el trabajo y el esfuerzo que tantos militares han realizado durante semanas preparando el mencionado desfile, como nada le aporta a la sociedad que nuestros militares desfilen periódicamente en los cuarteles en diferentes actos. De la misma forma que los bomberos o los policías no desfilan, no tiene ningún sentido que dicha práctica siga perviviendo en el mundo castrense, su último reducto.
Unos militares modernos deben emplear ese tiempo y ese esfuerzo en formación, en perfeccionamiento y en servir a la sociedad en algo más que las absurdas formaciones militares que a nada conducen y que, por si fuera poco, son enormemente costosas (y eso que, probablemente, no se contabilizan dietas, desplazamientos, comida, ensayos, logística, mantenimiento, abastecimiento, etc.). Es necesario, pues, profesionalizar y modernizar los cometidos de los militares para que prácticas tan insustanciales sean condenadas al recuerdo.
Jornadas de puertas abiertas, una opción
Una opción económica y muy razonable sería organizar jornadas de puertas abiertas (que no tienen que coincidir necesariamente con el 12 de octubre) para que la población civil pueda acercarse a los cuarteles y conocer con más precisión el trabajo y las funciones de los militares. No cabe duda que aportaría un mayor conocimiento social que el fastuoso y caro desfile que existe a día de hoy, aunque ello es precisamente lo que se quiere evitar. Por desgracia, los militares siguen viviendo en un compartimento estanco de la sociedad y la cúpula militar quiere que siga siendo así, no vaya a ser que la sociedad pregunte y sepa lo que sucede en los cuarteles.
Así pues, más transparencia, derechos y libertades y menos desfiles.
Luis Gonzalo Segura, exteniente del Ejército de Tierra.
Fuente: Público.es
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