Esperanza Aguirre |
Decíamos ayer (anteayer para ser exactos) que si en algo se parecían Rajoy y Rita Barberá es que ambos habían logrado caminar sobre la corrupción de los suyos como Jesús en el lago Tiberiades, si bien su mérito era mucho mayor porque a la vista está que no es lo mismo que te salpique el agua que las heces. Pero hubiera sido injusto no incluir en esta relación de superdotados para la flotabilidad a Esperanza Aguirre, que viene a ser la reina del maratón transitando sobre la inmundicia.
Este jueves Aguirre volvía a hacer una demostración de su poderío a las puertas del PP, unos horas después de que la Guardia Civil irrumpiera en la sede para registrar el despacho de su exgerente, Beltrán Gutiérrez, en busca de pruebas de una supuesta financiación ilegal del partido. ¿Que cómo es posible que el exgerente, imputado por el uso de las tarjetas Black de Cajamadrid, conservara allí despacho? Pues porque ‘miniBárcenas’ no iba a ser menos que el doctor Maligno y es sabido que el PP es una gran familia que no tiene empleados sino “funcionarios”, o mejor dicho, amigos del alma a los que nunca se abandona a su suerte, especialmente si están dotados para el cante jondo.
Igual que los cuarenta ladrones de Alí Babá accedían la cueva del tesoro con el conjuro del ‘ábrete Sésamo’, el secreto de marchar a toda leche sobre un estercolero sin hundirse hasta el barbilla está en pronunciar a tiempo tres palabras mágicas: “no me consta”. Hagamos memoria. Como recordarán a Rajoy no le constaba la existencia de Correa el de la Gürtel, aunque al parecer diera en algún momento la orden de dejar de contratarle; a Ana Mato no le constaba que tenía un Jaguar en el garaje; a la propia Aguirre no le constaban los enjuagues de su consejero López Viejo, ni los de los alcaldes Ginés López, Panero, Martín Vasco, Bosch o Sepúlveda, el de Jaguar que no le constaba a su santa Ana Mato. A Rita Barberá, que va sobrada, nunca le ha constado nada, especialmente por la tarde.
Pero sigamos con Aguirre. A la presidenta del PP de Madrid no le constaba el ático de su protegido Ignacio González, ni la trama de espías de la Comunidad, ni por supuesto que su mano derecha Granados, amputada cuando la gangrena era más que visible, fuera un golfo púnico y mayúsculo. Obviamente, tampoco le consta que la organización regional que preside se haya financiado ilegalmente con donaciones de empresarios a cambio de obras, ya fuera directamente o a través de entes interpuestos como Fundescam. En eso coincide con los tres últimos secretarios generales del PP a nivel nacional, María Dolores de Cospedal, Ángel Acebes y Javier Arenas, que tampoco tuvieron nunca constancia de ninguna irregularidad financiera.
Salvando las distancias, el “no me consta” de estos señores guarda cierto parecido con el “preferiría no hacerlo” que Melville concibió para su inmortal escribiente, un frase incontestable y todo un salvoconducto para currar menos que el ángel de la guarda. Tan atrevida es la ignorancia expresada por los mandamases del PP que no ha habido juez hasta el momento que la haya puesto en solfa.
Aguirre, por tanto, sigue la estela de Rajoy, del que un día se acuñarán monedas de tanto que se pone de perfil, y que es la ignorancia en estado puro: ni le constaban los sobresueldos de su partido aunque los recibiera, ni que Bárcenas se hubiese llevado papeles, ni que el PP tuviera contabilidad B ni que se martillearan los ordenadores del extesorero para comprobar su resistencia a los impactos. Sólo Aznar, al que ni siquiera le constaba el cambio climático, ha sido capaz de superarle.
Es absurdo, por tanto, preguntar a Aguirre qué conocía de las supuestas entregas de dinero que el yerno de Villar Mir y directivo de OHL, Javier López Madrid, hizo a su exgerente, porque de esta constructora, que sólo entre 2002 y 2009 recibió más de 4.600 millones de euros en obras procedentes de administraciones del PP, o de su primer ejecutivo, uno de los mayores donantes del PP a título personal, no le consta absolutamente nada.
Tal es el caudal de desconocimiento sobre el que navegan, que se hace difícil entender que esta gente haya podido estar al frente del país o de su propia comunidad de vecinos, y que ahora mismo lo sigan pretendiendo. Eso sí, pueden presumir de haber reescrito el principio de Arquímedes cambiando el agua por la mierda. No es que floten, es que caminan por ella de puntillas como en el lago de los cisnes. ¡Qué espectáculo!
Juan Carlos Escudier
Fuente: Público.es
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