sábado, 13 de febrero de 2016

Los bonos que han herido al Deutsche Bank

 

Sede del Deutsche Bank en Frankfurt


Pensados para reforzar el capital de los bancos, los bonos convertibles contingentes se han revelado como un arma de doble filo
 
Conchi Lafraya, Madrid

Entre los factores que explican el deterioro de los valores bancarios en bolsa en los últimos días están unos productos que se conocen coloquialmente con el nombre de cocos, acrónimo de contingent convertible capital instrument. Ese producto, un tipo de bono convertible pensado para la venta a grandes inversores institucionales, no para particulares, ha desatado una inusitada tormenta financiera sobre uno de los bancos que más los ha utilizado, el Deutsche Bank. Hasta el punto de haber provocado un desplome en su cotización del 10 % en una sola jornada.
Concebidos por las autoridades reguladoras para proteger a los bancos, este tipo de bonos han sido emitidos en los últimos años por las entidades financieras para cubrir sus necesidades de capital adicional (el denominado Tier 1). La peculiaridad es que se trata de instrumentos perpetuos, es decir, que su vencimiento no está prefijado, al mismo tiempo que permiten a las entidades absorber posibles pérdidas.
Los cocos se crearon al calor de la normativa de Basilea III como sistema de contención ante futuras crisis bancarias. Y en los últimos años, los bancos europeos han colocado 90.000 millones de euros de este tipo de deuda. En España, tres bancos lanzaron al mercado este tipo de productos: el BBVA, Santander y Popular. El banco, presidido por Francisco González, fue el primero, al lanzar tres emisiones. Una de 1.500 millones de dólares en mayo del 2013 y dos de 1.500 millones de euros, respectivamente, en febrero del 2014 y del 2015. El Santander llevó a cabo dos emisiones de 1.500 millones de euros cada una, que se colocaron en los meses de marzo y septiembre del 2014. La tercera fue en mayo de hace dos años por un importe de 1.500 millones, pero en dólares. La última entidad financiera que ha cubierto parte de sus necesidades de capital con cocos fue el Banco Popular, que lanzó dos emisiones. La primera por un importe de 500 millones en octubre del 2013 y la segunda en febrero del 2015 por un importe de 750 millones de euros. En conjunto se han emitido en España 9.900 millones de euros mediante este producto. El resto de entidades financieras, Sabadell, CaixaBank o Bankinter no han acudido a estas emisiones.
Una de las ventajas de este producto es la alta rentabilidad que conlleva y su carácter fuertemente especulativo. En el entorno de bajos tipos de interés vigente en los mercados en los últimos años, los cocos han sido uno de los productos más apetecidos por los fondos más agresivos. Sin embargo, la hipótesis más alejada de las previsiones de esos inversores –la posibilidad de verse convertidos en accionistas en caso de que la entidad financiera entrara en pérdidas– se ha hecho verosímil en las últimas semanas. “Muchos fondos han rehecho sus cálculos a medida que las cotizaciones de la banca caían –ha contado un banquero a este periódico–. De repente han descubierto que les pueden transformar en accionistas de facto a unos bajos precios que en ningún momento hubieran podido imaginar. Y han decidido vender”.
Los inversores tienen ahora dudas de la resistencia de la banca en el actual entorno de volatilidad y su impacto sobre el capital. En caso de que el capital de las grandes entidades bancarias baje, los más perjudicados serían los tenedores de estos productos. De ahí que los inversores se hayan puesto a deshacer posiciones. La pérdida de confianza ha sido tal que los inversores tratan de vender ante el temor, incluso, de que se aplace el pago de los intereses. Y si baja la ratio de capital exigido a cada entidad por el BCE esos bonos se convertirían automáticamente en acciones.
La comunicación por parte del Deutsche Bank de pérdidas de 6.700 millones durante el ejercicio del 2015 fueron el detonante que llevó a las ventas. La sospecha, por parte de inversores internacionales, de que el banco alemán podía anular el pago del cupón del 6,25% de sus cocos, que cotizan entorno al 70% de su valor nominal desató las ventas. La entidad germana se vio obligada a publicar un comunicado en el que defendía su solvencia. Al mismo tiempo, dijo que disponía de 1.000 millones de euros en el 2016 para hacer frente al pago de los intereses de estos productos.
Al existir una correlación muy grande entre el mercado de los cocos y el mercado de capitales, la mayoría de sus cupones cotizan con descuentos por el deterioro general sufrido en el mercado. Algún banco se guardó en la manga el as de tener la opción de amortizar esos activos en cinco años y devolver el capital a los inversores. Pero, como ahora cotizan con descuentos, la actual situación no gusta a los compradores, pese a llegar a producirse exceso de demanda en su día. Al ser deuda con capacidad para absorber pérdidas puede convertirse en capital en caso de problemas de solvencia. El inversor compró deuda, no acciones. Y ante el temor de una posible conversión opta por huir.
La diferencia con las preferentes españolas es que los particulares no pueden comprarlos y que el pago de los intereses se puede aplazar en el tiempo.

Fuente: La Vanguardia

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