Frauke Petry. |
También lo vimos la semana pasada fuera de la península, en la portada de una nauseabunda revista polaca donde una hermosa y lozana rubia gritaba ante el asalto (“la violación”, decía literalmente el titular) de unos cuantos brazos morenos y presumiblemente moros. El rapto de Europa en versión islamófoba, cuando en realidad quienes se están follando a Europa por delante y por detrás son Draghi y sus mariachis. Poco importaba que unos días antes saliera a la luz que las cifras sobre las agresiones sexuales masivas a mujeres en Colonia y en otras ciudades alemanas se habían desinflado como un globo. Del millar de delincuentes que se habló en un principio, la policía sólo ha identificado a 58, de los cuales únicamente 3 -dos sirios y un iraquí- eran refugiados.
En Alemania, donde el fascismo tiene nombre propio y denominación de origen, el Partido Nazi ha resurgido en una metástasis con dos hembras de armas tomar, y no lo digo sólo por decir. Beatrix von Torch, la segunda de a bordo de AfD (Alternativa para Alemania), ha hecho honor a sus orígenes aristócratas y a su nombre de dominatrix con unas declaraciones acerca de la necesidad de defender a tiros las fronteras germanas: “Es nuestro deber defendernos con armas. También dispararemos a mujeres y niños”. Por su parte, Frauke Petry, la presidenta de esa formación que se autoproclama de centro derecha, dejó bien claro cuán a la derecha queda el centro en Alemania desde el día en que le preguntaron si el AfD compartía el ideario xenófobo de Marine LePen: “No tenemos nada que ver con el Frente Nacional Francés. Es un partido que se mueve en el ámbito de la izquierda”.
Con semejante llamada a las armas y una intención de voto de más del 12%, el AfD se perfila como la tercera fuerza democrática del país, por delante de liberales, comunistas, socialdemócratas y verdes, y uno de los más firmes candidatos a poner en marcha el IV Reich, el gran juego nacional teutón y la obsesión favorita de los alemanes. Desde esa perspectiva de simpatía popular, se comprende que un nutrido grupo de vecinos de Bautzen, en Sajonia, saliera de madrugada a la calle a celebrar el incendio de un hotel que daba alojamiento a unos trescientos refugiados. Algunos bomberos declararon que era muy difícil trabajar entre el jolgorio del gentío, donde abundaban también niños y borrachos. Todavía no se ha aclarado bien cómo se originó el incendio, lo cual tampoco resulta raro en un país donde todavía no se sabe a ciencia cierta quién le prendió fuego al Reichstag. Probablemente haya que esperar a una reedición islámica de la Noche de los Cristales Rotos.
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