Se entiende perfectamente que Mariano Rajoy ni se plantee irse: si tuviera que dimitir hoy medio partido debería presentar también su renuncia exactamente por las mismas razones
Antón Losada
En el PP salen a media docena de sapos tragada por día como vigoroso resultado de una corrupción que les llega "hasta los cojones" ( Antón Damborenea dixit). Para llegar a un acuerdo que todos necesitan en el PSOE, Podemos o Ciudadanos, buscan la manera de comerse sin que se note las faroladas y ocurrencias que han ido soltando durante estos días porque les pirran los micrófonos y dejar claro quién es el verdadero campeón.
Ambos suponen problemas peliagudos pero de consecuencias bien diferentes. Si resuelves el primero puedes llegar a presidente o a ministro. Si te atreves con el segundo pasarás a la historia como el barrendero que debió sacar la basura o el ejecutor que se llevó a medio partido por delante para hacer limpieza.
Se entiende perfectamente que Mariano Rajoy ni se plantee irse. Si tuviera que dimitir hoy medio partido debería presentar también su renuncia exactamente por las mismas razones que Rajoy: conocer, tolerar y hasta encubrir la corrupción que se ha institucionalizado en una fuerza política que ha preferido callar y mirar para otro lado a cambio de asegurarse una mejor financiación. Si echa a Rita Barberá la única pregunta será quién es el siguiente.
Ni el problema del PP reside únicamente Mariano Rajoy ni se arregla relevando solo a Mariano Rajoy. El principal partido de la derecha necesita una catarsis y una regeneración tan profunda e intensa que solo puede hacerse con tiempo y desde la oposición.
El fiscal de Valencia acaba de conectar la trama levantina con la financiación estatal del partido. Parece cada día más obvio que el PP se ha construido sobre un sistema de financiación que recuerda a aquellos famosos compartimentos estancos del teóricamente insumergible Titanic. Tras chocar contra los cortantes icebergs de la trama Gürtel, la Púnica o la Tábula, solo es cuestión de tiempo que unos y otros empiecen a confesar para mejorar sus condenas o cobrarse alguna venganza y la corrupción inunde todas y cada una de las cubiertas sin remisión.
Mientras solo existía un Luis Bárcenas a quién proteger a cambio de silencio la corrupción parecía una marejada gestionable. Pero ahora hay al menos media docena de Bárcenas en juzgados y cuartelillos de la Guardia Civil dispuestos a cantar la Traviata si hace falta. Unos como David Marjaliza ya lo han largado todo y otros como Alfonso Grau o Rita Barberá avisan de que están en camino. Se ha convertido en una tormenta perfecta.
Bastante ha resistido ya el PP como partido. A cualquier otra organización política española un caso de financiación irregular masiva como la trama Gürtel se la habría llevado por delante hace tiempo sin piedad. El PP es el Titanic de la corrupción política y se hunde, Mariano. Ni siquiera tu código puede impedir eso. No hay código en el mundo capaz de detenerlo. Los niños y los registradores primero.
Fuente: Público.es
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