lunes, 30 de mayo de 2016

La paciencia dialéctica de Garzón

Alberto Garzón, foto eldiario.es

Por Fernando López Agudín

Es el número cinco de la lista de Unidos Podemos por Madrid, pero realmente Alberto Garzón es quien lidera junto con Iglesias la coalición electoral progresista. Antes del 20 de diciembre, se hablaba de Pablo e Iñigo Errejón; y ahora, antes del 26 de junio, se habla de Pablo y Alberto Garzón. Nada más lógico, pues, que en la víspera de la XI Asamblea de Izquierda Unida haya sido elegido como nuevo coordinador de IU en sustitución de Cayo Lara. Es el reconocimiento de la mayoría de sus compañeros a su trabajo político del último año. A lo largo de doce meses ha sabido, pacientemente, tejer los hilos necesarios para, primero, mantener en pie la sigla y, después, recolocarla como uno de los dos motores de una amplia mayoría progresista.

En otoño pasado casi nadie daba un céntimo de euro por Izquierda Unida. La espectacular irrupción de Podemos apenas parecía dejarle espacio, el cainismo interno se multiplicaba, los sondeos extendían su certificado de defunción, y más de uno de estos rojos se convertían en morados. Mientras tanto, Iglesias apelaba al trasvase personal de los militantes de Izquierda Unida a Podemos, de uno en uno y con el carnet en la boca. Importantes figuras de la época de Julio Anguita parecían sumarse al funeral. En este gran desconcierto, Alberto Garzón tuvo la valentía de atarse al mástil de Izquierda Unida, como lo hizo Ulises, para no verse arrastrado por los cantos de sirena de los podemitas. Casi un millón de electores le dieron la razón.

No menos complicado fue el último invierno para este líder político. El PSOE, habituado a servirse de IU como un comodín, no supo ver la renovación habida dentro de Izquierda Unida, e intentó manipularla  como el mejor estraportín de ese fracasado gobierno Rivera-Sánchez. Los medios afines a la operación política, ensalzaron a Garzón como un estadista, a la vez que Ferraz le ofrecía, el colmo del disparate, ocupar un ministerio en una alianza gubernamental con la derecha de Ciudadanos. Una sola reunión entre el PSOE, Podemos e IU evidenció que Alberto Garzón no iba a sumarse a los juegos contra natura de los socialistas. Fiel al adjetivo que la define, la unidad de la izquierda nunca pasa por la derecha.

Desde que en junio de 1993, González, vencedor por mayoría relativa en aquellas elecciones, optó por pactar con el presunto delincuente  Jordi Pujol, en vez de hacerlo con el entonces líder de IU, Julio Anguita, no cabía más opción a Izquierda Unida que la de construir una estrategia progresista nada subordinada al PSOE. Unos veinte años más tarde, ahora en Andalucía, volvía a repetirse la política de Felipe González, cuando Susana Díaz rompía en enero de 2015 el gobierno con Izquierda Unida para poder pasar a gobernar con la derecha andaluza de Ribera. Ese largo retraso en abordar esta urgente tarea pendiente, la construcción de una alternativa de progreso, es una de las causas del nacimiento de Podemos.

Esa es la carta de Alberto Garzón. Recuperar aquel impulso con el que nació Izquierda Unida, gestada al calor de referéndum sobre la OTAN, que ayude  a la configuración de una propuesta nacional-popular a la grave crisis creada por las respuestas fallidas de la derecha y sus compañeros de viaje. En esa dirección, IU puede cualitativamente aportar mucho. Socialmente, al vincular a los sectores del mundo del trabajo ( CCOO) con los sectores de la clase media; políticamente, al proporcionar cuadros con experiencia política y de gestión. En este sentido, dado que los morados solo cuentan con dos años de vida, Izquierda Unida y Podemos son complementarios. Efectivamente, Unidos Podemos.

Esa paciencia dialéctica de Garzón ha conseguido hacer de IU lo que nunca fue. Pudo haberlo sido con Anguita, pero las famosas condiciones objetivas no daban para más. Izquierda Unida tiene hoy un peso y una  responsabilidad que casi nadie, salvo el propio Garzón, hubiera sospechado. Precisamente porque no la concibe como un fin sino como un instrumento, la potencia al máximo en la medida que moviliza a amplios sectores sociales golpeados por los poderosos desde hace ya nueve años. Tras las urnas del 26 de junio, Unidos Podemos va a recoger una muy amplia cosecha electoral sembrada por la audacia de Iglesias y la paciencia de Garzón. Un binomio imparable.

Fuente: Público.es

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