Un concejal del PP, de nombre Oscar Bermán Boldú, ha defecado la opinión de que la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, debería dedicarse a limpiar suelos. Ya era hora de que alguien lo defecara en voz alta porque son muchos los que lo piensan. La aparición de Colau y de Carmena, con su embajada de barbas, rastas y narices alicatadas, ha removido en lo más hondo los estratos sociológicos del país, esos mismos que piensan que nuestros dirigentes deben ser señores panzudos con corbata impecable, al estilo de Bermán, o bien señoras con peineta y perlas de nácar en las orejas. Gente de ir mucho a misa y pegarse golpes en el pecho, gente de apellidos honorables, de los que toda la vida han saqueado al pueblo y luego dan limosna y se confiesan en la intimidad del confesionario. Los demás, siervos de la gleba.
Con una sola frase que aúna el machismo, el clasismo y la oligofrenia -un pack completo de la ideología popular en menos de 140 caraceteres- Bermán ha corporeizado eficazmente el descontento que pulula por la geografía española desde que el 15-M acampó en la Puerta del Sol, desde la irrupción de Podemos y las Mareas en las instituciones. Podía haber sido peor, podía haber escrito, como escribió en su twitter: “La bolsa flutuando” y “Cómo dije en su día a veis abierto la veda (…) cada uno que apechuge”; atentados gramaticales y ortográficos que dudo mucho que cometiera una fregona. Sin embargo, hay que agradecerle a Bermán (hasta el apellido parece una errata) que haya salido del armario facha para encaramarse sobre el mascarón de proa de la derecha más putrefacta y decimonónica de Europa. Por otra parte, Bermán ya había mostrado sus paños menores hace mucho tiempo; no hay más que leer esas entradas de su blog donde airea ventosidades verbales de este calibre:
“Al lado de esta España, la de Franco era la Arcadia feliz”.
“Un estado multicultural porta en lo más profundo de si mismo (sic) los gérmenes de su futura destrucción nacional”.
“Propongo el cierre temporal de todas las facultades de Sociología y Ciencias Políticas por ser fábricas de marxistas”.
Las dos últimas frases las podía haber firmado Adolf Hitler sin cambiar ni una coma; la primera, pervivencia impertérrita del fascismo hispánico, es una consecuencia directa de la intervención de Hitler en la guerra civil española. Que este “saco de pringue ideológica” (por emplear la misma expresión que él atribuyó a Colau hace sólo unas semanas; aunque lo de pringue, en su caso, nos parece poco apropiado), franquista, machista, islamófobo y sin civilizar, sea portavoz del PP en un ayuntamiento y que un montón de analfabetos y retrasados históricos lo vote, es una triste muestra del desnivel de nuestra clase política y de nuestra ciudadanía. Mientras en Alemania y en toda Europa se corre el peligro de que la extrema derecha (los hijos y nietos certificados de los genocidas que predicaron el exterminio y el odio racial) asalte el poder, aquí no nos tiembla un pelo, porque hace décadas que siguen al frente de los poderes y aparatos del estado, disfrazados de demócratas, cantando el Cara al sol bajo la ducha, comulgando en misa de once y citando el Mein Kampf en la barra del bar.
Con Ada Colau, al fin, hemos llegado al suelo para empezar a limpiarlo, porque antes estábamos en las cloacas. Podría citar docenas, cientos de ejemplos que testimonian que la España de Franco no fue la Arcadia feliz que proclama Oscar Bermán (y con él, la inmensa mayoría de líderes del PP), empezando por las cunetas, las detenciones ilegales, las fosas comunes, los campos de concentración, los niños robados, los castigos arbitrarios, los bienes incautados o la prohibición de formar partidos políticos, sindicatos, asociaciones y periódicos. Bastaría un solo hecho para probar la avalancha de mierda y de mentira que encierra ese sintagma de la Arcadia feliz y es que, le guste o no, con Franco usted no podría leer esto.
David Torres
Fuente: Público.es
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