La vida entera está en funciones. Pese a ello, toma decisiones sobre nuestro destino, sin siquiera consultarnos. Así ocurre con el gobierno español de Mariano Rajoy, nuestro interino en La Moncloa, que está dispuesto a ratificar dentro de unos días la estrafalaria propuesta de la Unión Europea sobre los refugiados, sin siquiera consultar a un parlamento que no parece dispuesto a reelegirlo para el cargo. ¿Qué se puede esperar del superplasma man, el hombre que susurraba no se admiten preguntas en las ruedas de prensa, el que huía de la opinión pública por las catacumbas de los garajes? Después de la mayoría absolutista de su primer mandato, ahora llega su dictablanda: todo para el pueblo, pero sin su parlamento, todo para el rey pero sin su rey.
Su fantasma pasea por las cortes europeas, riendo las gracias de David Cameron o votando lo que quiera que vote la señora Merkel, osease, ahora admitimos dieciocho refugiados, ahora los llevamos a Turquía y que sea lo que Erdogan quiera. Convendría derogarle más temprano que tarde su prórroga en el cargo, antes de que nos meta en un berenjenal como el del Trío de las Azores, quizá recuerden, cuando su mentor José María Aznar, quien fue quien puso su nombre como sucesor en la libreta azul de las primarias a dedo, nos llevó a invadir Irak. Y perdonen el modo de señalar, muy poco después de que Rajoy dejara de ser ministro del Interior, ocurrió aquello de 11-M, con el nombre de Madrid escrito en un sangriento sandwich entre los atentados de Casablanca y los de Londres.
El terrorismo siempre estuvo en funciones y aprovechó cualquier pretexto para enmascarar su fanatismo sin causa. Pero España le dio entonces una coartada formidable, la del ojo por ojo y el diente por diente, cuando rompimos nuestra tradición diplomática y nos sumamos al Washington de la revancha de Georges Bush frente a una Europa timorata como siempre, en una guerra ilegal como todas las guerras pero que ni siquiera tenía el vale de la ONU. Ahora, España y la Unión Europea, que está en funciones de sí misma porque ha olvidado su razón de ser democrática, se saltan a la torera todas las convenciones internacionales para sellar un acuerdo que olvida como buena parte de lo que viene ocurriendo en la orilla sur del mediterráneo obedece a su acción o a su inacción.
Y si no fue suficiente con intentar conciliar la solidaridad internacional con la compraventa de armas, con Alemania, Francia, España, Gran Bretaña e Italia como importantes actores en la región, dimitimos hace cinco años de la vieja Unión Europea Occidental. Aquella achacosa UEO que nunca llegó a existir hubiera podido constituir una aceptable alternativa en materia de defensa frente a los intereses anglosajones de la OTAN, demasiado volcada en el Atlántico Norte: resulta paradójico que treinta años despues del referendum sobre la permanencia de nuestro país en dicha organización, se encomiende ahora a sus fuerzas aeronavales el salvamento y rescate de los faluchos que trasiegan con los fugitivos del polvorín de Siria, de Libia, de Irak, de Eritrea o de Yemen. Los imposibles candidatos al estatus de asilo o de refugio, ¿no se preguntarán acaso como las fragatas y los aviones que bombardearon sus pueblos a lo largo de las cuatro últimas décadas, se aprestan ahora a rescatarles como bomberos del incendio que hemos contribuido a extender como pirómanos?
Angela Merkel también está en funciones. Como Donald Tusk que pronuncia el nombre de su dios parlamentario en vano. La canciller alemana es la misma que se emocionó con una niña palestina a la que, en una escuela de su país, se aprestó a consolar justo después de confirmar que sus padres y ella serían repatriados a un ghetto de refugiados en Oriente Próximo. La misma que quizá compadecida con el ejemplo de esa muchacha o por su propio recuerdo como alemana del Este, frente al muro de la vergüenza, intentó un acuerdo imposible para que los refugiados fueran llegando a manojitos hacia distintos países de la Unión Europea, que se niegan sistemáticamente a admitirlos. Y la nueva dama de hierro que ahora, en vísperas electorales, orquesta el cerrojazo, homologando a los migrantes económicos con los políticos, mucho más allá de los postulados de quienes sostenemos que el hambre es un poderoso motivo para pedir asilo.
Como estará el patio que hasta Soledad Becerril, la Defensora del Pueblo español, se opone al formidable paripé de Bruselas. Europa sufre pesadillas nocturnas y ha entrado, así, como un elefante en la cacharrería de su propio acervo legislativo, vulnerando leyes propias y ajenas, convenciones internacionales o acuerdos internos, dinamitando el acuerdo de Schengen y las declaraciones de derechos humanos, el espíritu que siguió a la barbarie de la Segunda Guerra Mundial: ¿o es que no recuerdan los refugiados de Siria a los españoles del 39 que intentaron inútilmente que Francia les diera un trato digno cuando huían del fascismo victorioso de la guerra civil de la que se cumplirán ochenta años el próximo mes de julio?
La Unión Europea acaba de cerrar un preacuerdo con Turquía que no convence a nadie. Ni siquiera a sus propios firmantes. Pero que asume otro importante legado europeo, el de las medias tintas, las estupideces y la retórica huera. En síntesis supone lo siguiente: cualquier migrante que llegue a dicha zona de las costas europeas, será llevado a Turquía para su internamiento en un campo de refugiados del que saldrán para Europa tantos acogidos como entren. ¿Alguien cree que Europa podrá ejecutar esta propuesta cuando ha sido incapaz de gestionar el realojamiento de asilados en los últimos meses, con fronteras que se cierran y gobiernos que se cierran en banda, desde Hungría a Eslovaquia, desde Austria al Reino Unido? Más dinero para Turquía y mejores visados para los turcos: ¿acaso esa solución, más allá del caso chipriota, contendrá el irresistible ascenso del neofacismo comunitario, a la que intentan frenar los partidos tradicionales esgrimiendo políticas de ultraderecha?
Según los próceres comunitarios, este protocolo servirá para frenar a quienes se enriquecen al pairo de la trata de seres hunanos. De ser así, ¿cómo pueden explicar que siga habiendo once millones de personas sin papeles, sin derechos y sin deberes en la Unión Europea? Y es que por encima del Frontex o de la armada italiana en aguas de Lampedusa, el mayor traficante de esclavos sigue siendo el miedo, la falta de sustento o de expectativas, las políticas de cooperación reducidas al minimo por mor de la austeridad y de la crisis. Las mafias seguirán traficando con personas con independencia de este o de otros acuerdos. Y habrá empresarios sin escrúpulos que les esclavicen. Y autoridades que no sepan sentar en el banquillo a los responsables de su explotación y sólo atinen a expulsar del paraíso a quienes creyeron sus mentiras. El árbol de la ciencia del bien y del mal en Europa sólo da sueños rotos, acuerdos incumplidos y manzanas podridas. El Estrecho de Gibraltar puede ser una buena brújula para lo que ahora se cuece: a pesar de que el Frontex comprara voluntades en Marruecos y en el Africa subsahariana, ¿dejaron acaso de llegar almadías al litoral andaluz o canario? ¿Dejaron de intentar saltar las vallas de Ceuta y de Melilla, así murieran aplastados, ahogados o ahuyentados por las balas de la Guardia Civil o por las violentas redadas de las fuerzas marroquíes?
También los refugiados, o quienes aspiran a serlo, están en funciones. Estaban tan tranquilos en casa, cuando llegó la guerra o la tiranía a interrumpir su almuerzo, a suspender sus exámenes, a aplazar la compra de un coche nuevo para la familia. Ellos no quería protagonizar los telediarios. Ni les sonaba, hasta entonces, la palabra Zaatari, Kara Tepe, Macedonia o Calais. Seguramente aspiraban tan sólo a vivir en un lugar democrático y corrupto como Europa, tan egoísta, tan olvidadizo, tan en funciones como nosotros mismos. En su inmensa mayoría, son pacificos. Se limitan a resistir bajo el agua de las lluvias torrenciales, a tirititar en la hipotermia de su larga noche, a mendigar mendrugos entre el desprecio de sus supuestos cuidadores. Empezarán de cero, con su normalidad de clase media arrebatada, cuando vuelvan a ser clase media y retornen a los países de los que nunca salieron voluntariamente. Pero algunos de ellos, algunos tan sólo, no olvidarán jamás que no sólo les cerramos las puertas sino los oídos, que nuestro auxilio no estrechó sus manos y nuestras conciencias durmieron mientras su espanto velaba. Quizá alguno decidar enrolarse en las tropas de la furia, en los comandos de la venganza, en las filas de la intolerancia. Y ofrezcan una nueva piel para la vieja ceremonia del yihadismo o cualquier otro terror con que alzarse frente a quienes prometieron ser sus aliados y se convirtieron en sus verdugos. Quizá entonces, como en el 11-M de 2004, como en el 12 de marzo de 1986, consideremos que no tenemos ni una diminuta sombra de culpa y que puede salirnos gratis declarar la guerra a quienes no nos la han declarado o negar el auxilio a quienes nos suplican.
También los europeos estamos en funciones: nos acogemos al menor pretexto de los argumentarios políticos. Que hay que evitar la invasión, nos predican desde las barras de los bares. Que el niño muerto en las playas turcas podría haberse convertido en un acosador de mujeres en la nochevieja de Colonia. Que debemos evitar el efecto llamada, como si acaso los desesperados estuvieran llegando a miles por simples vacaciones. Que no tenemos como brindarles un recibimiendo digno, repican las campanas de la hipocresía. Que vuelva usted mañana, les decimos. Y el mañana también lo tenemos en funciones.
Juan José Téllez
Fuente: Público.es
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