jueves, 10 de marzo de 2016

Tácticas de guerra sucia para una investidura sin pueblo

Juan Carlos Monedero
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Las mentiras de los medios significan algo. Por ejemplo, que no las tienen todas consigo para justificar la Gran Coalición. Se esfuerzan. Convencerán a algunos. Otros, nos indignamos cada vez más.
Algunos llevamos al menos cuatro meses planteando que el sistema tiene un plan. Esto no significa que le salgan las cuentas -nunca se puede planificar todo- pero que lo van a intentar es seguro. Y en ello están. El plan, cuyo objetivo es una gran coalición entre el PSOE y el PP más las muletas que se presten, pasaba, en primer lugar, por presentar un empeoramiento de las condiciones políticas,sociales y económicas de España. Ese situación de “emergencia” justificaría, por el bien de España, que todos los partidos hicieran “lo que demanda la ciudadanía”, dejaran de lado “las ideologías partidistas” y antepusieran a España por encima de cualquier interés personal.
El primer paso era un gobierno independentista en Cataluña. He de reconocer que cuando las CUP votaron en contra de Artur Mas pensé que este país había dado un salto de gigante y se le paraban los pies a los poderosos a la primera de cambio. La alegría duró poco, y finalmente los independentistas de izquierda terminaron dando su apoyo a los independentistas de derechas, concluyendo que cuando lo nacional entra en el campo gravitatorio de las ideologías pesa más que la lucha de clases. Ya había un gobierno que iba “a romper España” y la primera parte del chantaje político estaba servida. La segunda tenía que venir por un empeoramiento económico, algo fácil de construir. No olvidemos que gente como Luis de Guindos viene de ser uno de los máximos responsables de Lehman Brothers en Europa. Una llamada tuya bastará para condenarme. La otra cara es el miedo: si hay un cambio de políticas, todo irá a peor. La famosa retórica de la reacción que invita a dejar las cosas en su sitio.
El gobierno de gran coalición tenía dos problemas más. Uno muy personal: las suertes particulares de actores individuales con mucho poder. Ahí estaban Mas, Rajoy y Sánchez. Por eso vengo hablando de la película de Aldrich 12 del patíbulo,soldados condenados a la pena máxima que no dudan en ejecutar una misión suicida a cambio del indulto porque ya están muertos. Mas ya ha caído y es indudable que los otros miran asustados su rodante cabeza. Es la parte abierta de este juego: qué harán imprevisibles actores que pugnan por su vida. Rajoy intentó forzar elecciones usando al rey negándose a intentar formar gobierno. En elecciones anticipadas el PP no tenía otra que mantenerle de candidato. Ya han saltado las voces dentro del PP diciendo que Rajoy tiene que dimitir. De cajón: Rajoy dimite, carga con todas las culpas de la corrupción -no en vano él nombró a Bárcenas-, el PP se abstiene en un gobierno PSOE-Ciudadanos y lo ofrece a la ciudadanía como un sacrificio por España y catarsis por sus muchos errores. Legislatura corta -por alguna reforma constitucional- y en dos años regresan como si aquí no hubiera pasado nada. Pero Rajoy se niega porque pasaría a la historia como el peor Presidente de la democracia. Y quedaría marcado por la corrupción, cuando Aznar fue mucho más responsable que él de tan feo asunto.
Sánchez se puso en marcha con los palos en las ruedas que le ponían los barones. Les sorteó con un falso referéndum en las bases -donde la pregunta no se sabe qué preguntaba-, pero sus consejeros le dijeron tras esa victoria: no tientes la suerte, que el Comité Federal es el que tiene que aprobar lo que hagas. Y asumió lo que querían los barones: echarse en brazos de Ciudadanos. Queda por ver si Rivera no pedirá en un segundo momento a Sánchez el mismo sacrificio que le pide a Rajoy: que se vaya a su casa. Eso sí, todo por el bien de España. Es decir, de Ciudadanos y Rivera, la etiqueta blanca de la derecha de siempre. Todo este viaje para lavarle la cara a los responsables del deterioro democrático de nuestro país. Gracias a la estúpida colaboración del PSOE. Patétito. Vuelve Rubalcaba.
Quedaría frenar a Podemos. Que ha demostrado con claridad que al PSOE le habla de tú a tú y eso enferma a la aristrocracia del bipartidismo. La diferencia de votos apenas es de 300.000 sufragios. Y el poder de Cebrián no sirve para solventar esta “dificultad” democrática. Y eso que no han podido votar los emigrantes. Intentan resucitar la idea de la pinza (cuando el PP y el PSOE llevan 20 años votando juntos todo lo relevante, incluida la reforma del artículo 135 de la Constitución, no someter a referéndum la monarquía o el TTIP), al tiempo que hacen una pinza rosa y naranja a la que invitan incluso al PP. La pinza que se inventaron en los noventa para ocultar que Felipe González se negó a gobernar con Anguita y prefirió hacerlo con Pujol. Sí, con Pujol. Tanta caradura sólo es posible en un país que no tiene unos medios -prensa, radio y televisión- a la altura de una democracia del siglo XXI.
Lo que queda es sembrar la idea de fragmentación interna. Ya lo hacían en el franquismo con los presos. Procuraban sembrar la discordía con el único interés de quebrar su voluntad. Mentiras para enfrentar a los luchadores contra la dictadura. El problema es que estamos en democracia, aunque la estrategia sea la misma. Podemos va a estar siempre en crisis. Cuando deje de estarlo se habrá oxidado. Y algo de responsabilidad le corresponde a la ciudadanía: tiene que dejar de ver la discusión interna como una señal de debilidad política. Los partidos no son sectas con preceptos dictados por un dios que necesita intermediarios para que nadie cuestione sus mandatos. Aprendamos de los norteamericanos: se matan amigablemente en las primarias y al día siguiente las heridas se cierran porque forman parte de un mismo proyecto político. ¿Discusiones internas? ¡Pues claro! ¿Gente que se cansa? ¡Pues claro! ¡Si la política de partidos es infumable! El trabajo político, cuando es sincero, reclama un sacrificio espectacular. Y muchos desacuerdos. Tantos como ideas. A ver si discrepan las familias y no van a discrepar los partidos. Eso de exigir a la política que se comporten como creyentes de la religión única sólo sirve para infantilizar a la ciudadanía que “no quiere problemas”. Vamos a discutir porque, compartiendo la necesitad de salir del bipartidismo, de superar las politicas de la troika, de atender a las demandas ecologistas, feministas, pacifistas, de reinventar la política, tenemos urgencias diferentes y exigencias diferentes de participación, de colaboración con lo viejo, de confianza en las bases, de sensibilidad ecologista. Vamos a discutir todo y mucho. Lo que en ningún momento debemos hacer es repetir los comportamientos de lo viejo. Ahí es donde tenemos que ser exigentes y estar muy atentos. Si en las disputas internas nos equivocamos -por ejemplo, en la discusión territorial-, la herencia de lo viejo nos habrá contaminado. Y ahí existe la posibilidad de ser mucho más virtuosos de lo que lo hemos sido hasta ahora. Hay que repartir prioridades. El enredo parlamentario en el que nos mete el moribundo bipartidismo nos quita muchas energías para este reto pendiente.
Quedan dos meses de guerra sucia. Los líderes de Podemos se odian. Ya. Como en el PSOE y el PP. Eso quisieran. Siguen intentando medir lo nuevo con los patrones de lo viejo. Veo el comportamiento del sistema intentando inventar mentiras para que su plan cuaje y pienso: ¿porque no se traen otra vez a Billy El niño, aquel policía franquista especialista en luchar contra los demócratas? Así, al menos, le podrán echar la culpa a alguien de esa época.
Fuente: Público.es

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