martes, 10 de mayo de 2016

"Una ‘tormenta perfecta’ de desigualdad en el horizonte". Entrevista







Branko Milanovic



Branko Milanovic [entrevistado por Felipe Ossa para la revista New York] ha pasado decenas de años estudiando la desigualdad de rentas. A lo largo de la mayor parte de sus veinte años como economista jefe del Banco Mundial, afirma, “ni siquiera la palabra desigualdad era políticamente aceptable, porque parecía algo salvaje o socialista o lo que sea”. Eso empezó a cambiar hace unos pocos años, gracias en parte a Milanovic, que ayudó a introducir El capital en el siglo XXI, de Thomas Piketty, en el mundo anglosajón con una crítica  de veinte páginas que recibió amplia difusión antes de su publicación en los EE.UU. en 2014. Desde entonces, la desigualdad se ha convertido en palabra de moda, y en cuestión central en la campaña presidencial norteamericana.
Y ahora el economista serbio-norteamericano — profesor investigador en el Luxembourg Income Study Center, un centro de investigación internacional sobre desigualdad de CUNY [Universidad de la Ciudad de Nueva York] —  aparece con un libro propio. Global Inequality examina las disparidades de renta entre países y dentro de ellos, cómo hemos llegado a esta situación y si hay forma de salir de la misma.
A los “millennials” [generación de los nacidos a final de siglo] los están machacando en una serie de países opulentos, y en los EE.UU. son los jóvenes quienes respaldan a Bernie Sanders, el candidato de la desigualdad.
Existe esta brecha entre los “millennials” y los “baby-boomers”, a los que les va muy bien, que crearon sistemas sociales en tiempos de prosperidad que, por supuesto, están hoy todos garantizados. Se beneficiaron de grandes aumentos en los ingresos reales [ajustados a la inflación] a lo largo de todo un periodo, y ahora de la Seguridad Social. No creo que se le pueda dar la vuelta a esto.
¿De manera que vamos a asistir a un conflicto integeneracional?
Resulta irreal esperar que el tipo de trabajos que es probable que la gente tenga en el futuro vaya a verse protegido de la competencia extranjera y que sea un empleo estable, que vamos a librarnos de estos trabajos precarios o a corto plazo. Y el problema es que la gente que podia ganar una suma razonable de dinero y riqueza puede hoy transferirla a sus hijos. Eso crea otra brecha, la que hay en el seno de los “millennials”.
Desde luego, eso es algo que se siente muy agudamente en la ciudad de Nueva York, con todos esos niños subvencionados. Pero cuando se trata de enfrentarse a la desigualdad, se muestra usted escéptico respecto a que las políticas redistributivas, como un impuesto sobre la renta más progresivo, puedan afectar mucho a la desigualdad.  
Mi impresión es que la disposición de la gente a pagar más impuestos — aunque sean menos que los que estaban acostumbrados a pagar — ha llegado a un límite. Podría deberse a que la impresión hoy en día es que el gobierno es ineficiente.
Los ricos podrían coger su capital y llevárselo a otro lado.
Las personas de alta cualificación que ganan mucho dinero pueden trabajar en Londres o Singapur. Hay un límite objetivo al volumen de redistribución que podemos llevar a cabo.
Tanto Trump como Sanders han denunciado los acuerdos comerciales y se han comprometido a proteger a los trabajadores norteamericanos. ¿Es posible o incluso deseable revertir la globalización? ¿Se podría volver a traer aquí las fábricas, con políticas proteccionistas?  
Se puede revertir cualquier fuerza. Puedes intentar que la OCDE [Organización para la  Cooperación y Desarrollo] vaya contra las reglas de la Organización Mundial de Comercio y levante nuevas murallas. Pero no creo que sea probable y no creo que sea deseable. El problema es que estas fuerzas tienen perdedores y ganadores en todos los aspectos. No es verdaderamente posible creer que pueden estar todos entre los ganadores.
¿Forma parte de la solución gestionar mejor la transición para los perdedores?
En los países ricos, el “establishment” se ha olvidado de que de que hay que prestar atención a los perdedores. El enfoque consistía en que “si a nosotros nos va estupendamente, algo se irá filtrando a los demás, deberían tener paciencia que al final las cosas irán bien”. Hay que prestarle mayor atención a eso.
¿Qué quiere decir eso? Quiere decir un mayor salario mínimo, que ya sabemos que reduce la pobreza y reducía la desigualdad. Y reciclarse. La educación es más importante a largo plazo; reciclarse es importante ahora..
Sanders quiere que impulsemos un enfoque más nórdico.
Lo comprendo muy bien, [pero] pero tengo algunas dudas cuando habla del modelo nórdico. Hay un problema evidente: los EE.UU. no se asemejan a los países de los que estamos hablando. [Pero también es que] los grandes estados del Bienestar a la vieja usanza, de los que los escandinavos son el ejemplo más espectacular, sufren una enorme presión debido a la globalización y también a las migraciones. No hablo ya de lo que está pasando con los refugiados sirios, porque podría tratarse de un acontecimiento único que se debe a la guerra civil, sino [de los inmigrantes} de Europa Oriental y África. Aunque se muestre que los inmigrantes no recurren de manera desproporcionada a las prestaciones de esos sistemas de Bienestar, la impresión de que están explotando realmente el sistema es muy fuerte.
Mientras tanto, en el Reino Unido hay de verdad un cargo que es el de “zar de la movilidad".
Me parece que aquí la gente lo ridiculizaría como una broma burocrática.
En su libro sostiene que la desigualdad probablemente no ha alcanzado su cénit todavía en los Estados Unidos. ¿Qué es lo que sigue empujándola hacia arriba?
Es una tormenta perfecta. En primer lugar, hay una concentración muy elevada de ingresos del capital [retornos de activos como acciones o propiedades]. Eso va a continuar [sobre todo considerando que] ha ido aumentando la parte de la renta total que va al capital comparada con la que va al trabajo.
En segundo lugar, cada vez hay más gente rica en el 1% más alto, tanto en términos del capital del que reciben rentas como también de su trabajo. Es algo muy reciente. No tenemos eso tan anticuado de capitalistas y trabajadores. Hoy la gente más rica dispone de los dos tipos de ingresos. Hace que la desigualdad sea mayor a la vez que le da un aspecto más meritocrático. Eso dificulta las medidas políticas [para reducirla].
El tercer elemento es la homogamia: que la gente se case con otras personas con un nivel semejante de ingresos. Esto es consecuencia de que las mujeres tienen mucha mejor formación.
El cuarto es el funcionamiento del sistema político norteamericano. Ahora ha quedado ya mucho más claro que el dinero está jugando un papel muy importante. Creo que en el pasado acaso la gente tenía el mito de la “democracia participativa”…Vemos ahora que se trata verdaderamente mucho más de un dólar-un voto que de una persona-un voto.
Aun así, prevé usted que en cierto momento, la desigualdad norteamerica “entrará en un ciclo de caída”.
¿Cuáles son las fuerzas que en última instancia harán que esto remita? La primera, que es la que estamos presenciando ahora, es el contragolpe político.
La segunda es la llamada “disipación de las rentas”.  [Nota: Las rentas, en el sentido económico es un fallo del mercado. Se utiliza a menudo para dar a entender ingresos inmerecidos o beneficios excesivos respecto a lo que permitiría un mercado perfecto de oferta y demanda. La “búsqueda de rentas” — anatema para los entusiastas del libre mercado — puede producirse cuando una empresa intenta obtener un monopolio o beneficios gracias al cabildeo]. Si la revolución tecnológica ha llevado a todos estas nuevas rentas, gradualmente, a medida vayan extinguiéndose las patentes o este progreso tecnológico, se disiparán estas rentas. La gente que está recibiendo elevadas rentas empezaría a perderlas y eso reduciría la desigualdad.
Con las subidas en los salarios de la escala alta de los que tienen mucha formación, hay un incentivo para substituir a esos trabajadores, de modo que podríamos asistir a un cambio tecnológico que hasta ahora ha ido reemplazando a trabajadores con menos formación, que empiece a reemplazar las tareas desempeñadas por personas altamente cualificadas, porque salen demasiado caras.
Esto no suena terriblemente positivo.
Cuando se echa un vistazo atrás en la Historia, hasta el siglo XV, se ve cómo la desigualdad aumenta y disminuye. Eso me lleva a ser un tanto optimista en el sentido de que  la desigualdad tiene un límite natural. No puede sencillamente — en sociedades ricas, en sociedades democráticas — seguir aumentando perennemente.

es un economista serbio-norteamericano. Especialista desarrollo y desigualdades, es profesor visitante en el Graduate Center de la City University of New York (CUNY), así como investigador titular en el Luxembourg Income Study (LIS). Anteriormente, fue economista jefe en el Departamento de Investigación del Banco Mundial. 
Fuente: Sin Permiso
Fuente original: New York Magazine, 24 de marzo de 2016
Traducción:

Lucas Antón
 



 

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