Tiran y Safrein |
Por 25.000
millones de dólares la dictadura militar de Egipto ha cedido las islas Tiran y
Safrein y algo más a la dictadura teocrática de Arabia saudí, provocando la ira
de miles de ciudadanos y las primeras grandes manifestaciones que se organizan
después del fracaso
de su primavera en 2011. Empieza el fin del síndrome de
Estocolmo que padecen los egipcios; nada como la pérdida de
territorios por parte de la “madre patria” puede generar tales movilizaciones
en un pueblo ancestral: la mayoría ni siquiera se acordaba de la existencia de
estas islas deshabitadas.
La
transferencia de la soberanía de Tiran y Safrein, islas ubicadas en la entrada
del Golfo de Aqaba en el Mar Rojo y con fronteras marítimas con Egipto, Israel,
Jordania, y Arabia Saudita (que obviamente se ha realizado previa autorización
de EEUU e Israel), cambia las fronteras internacionales en una región de frágil
equilibrio. De hecho, esta cesión afecta al Tratado de Camp David que reconocía
la soberanía de Egipto sobre las islas, que fueron ocupadas por Israel una vez
durante la guerra de los Seis Días del 1967 y otra en 1973 cuando el presidente
Anwar Sadat reclamaba la liberación de las tierras conquistadas en aquella
guerra. Fue tras la firma del acuerdo de paz, y el reconocimiento del Estado
israelí por parte de Egipto, cuando el país árabe recuperó la soberanía sobre
las islas.
Una polémica
renuncia
Mientras los
medios oficiales alegan que aquellas rocas, en realidad, siempre habían sido de
propiedad saudí y que habían sido arrendadas a Egipto en 1950, algunos juristas
e historiadores egipcios ofrecen otras versiones:
1. Que un
tratado marítimo fechado en 1906 (antes de la fundación de Arabia Saudí en
1932), y firmado por Egipto y el Imperio Otomano, reconoce la soberanía egipcia
sobre las islas.
2. Que
durante el Conflicto de Suez de 1956, Tiran y Safrein fueron “abandonadas” por
los saudíes, dejando que las tropas de Jamal Abdel Naser las protegiera. De
este modo, Riad se mantenía al margen de la guerra, y de paso se salvaba de las
críticas por su pasividad en el conflicto.
Más allá del
pretexto, los dos principales motivos que han llevado al general Al Sisi a
renunciar a una parte del territorio del país son:
1. Que ya había vendido su
alma a Riad, cuando los jeques financiaron su golpe de Estado contra
el califato de
Muhammed Mursi.
2. Y que la
poderosa casta militar egipcia, que controla cerca de la mitad de la economía y
la fortuna del país, seguirá recibiendo más petrodólares de Arabia, a cambio de
proteger los intereses de la familia Saud en la región.
Riad y la
diplomacia de la chequera
Lo que busca
Riad con este inaudito movimiento estratégico de hacerse con islas egipcias
son:
1. Proyectar
su poder desde el Mar Rojo sobre las rutas marítimas: por ejemplo, el Golfo de
Aqaba es la única salida de Jordania la mar.
2. Mejorar
su posición para poder presionar a Egipto, el peso pesado del mundo árabe,
quitándole la hegemonía actual que ostenta. Consolidar la dependencia económica
y política casi absoluta de El Cairo a Riad es uno de los medios para conseguir
este objetivo.
3. Estrechar
la alianza entre ambos países contra el nuevo enemigo: Irán, el país “musulmán”
sustituye el “ente sionista”.
4.
Fortalecer la hermandad militar entre los dos pilares de la llamada “OTAN
árabe”. Mientras Arabia mantiene su posición de ser el segundo importador
mundial de armas, (después de la India), la compra del material bélico por
Egipto se multiplicó por tres en 2015 comparado con el 2014, alcanzando
así la cifra de 1.475 millones de dólares, que tapa otras estadísticas;
como por ejemplo que el 40% de sus 80 millones de habitantes sufra una pobreza
escandalosa, o que el 51,2% de los jóvenes no tiene empleo.
5. Cambiar
su política de “dinero a cambio de lealtad” con sus aliados árabes. Ahora,
imita al Fondo Monetario Internacional tomando de rehén a los que reciben sus
formidables cheques e inversiones vitales. No le perdona a Al Sisi haberse
negado a participar de forma activa en las guerras contra Yemen y
Siria. A todas luces, está convirtiendo a un gigante como Egipto en un
humillado y servil cliente.
6. Dar un
paso más hacia el reconocimiento del Estado de Israel. Al aceptar el estatus de
las dos islas —registrado en el Tratado de Camp David—, los saudíes respetarán
el derecho de Israel a usar el Golfo de Aqaba y también ahora las aguas
oficiales de Arabia. Las autoridades de Riad, que a pesar de la BDS —la campaña internacional de boicot a Israel—,
importan productos y tecnología de Israel, según revela Haaretz, miran a
Tel Avive como un aliado imprescindible en su batalla contra Teherán. Así, ha
nacido de forma discreta el eje Jerusalén-Riad-El Cairo, una asociación de cooperación
militar sin precedentes entre los árabes y los israelíes.
Cambio en el
mapa del Mar Rojo
El Mar Rojo,
que perdió su color en 1991 cuando se desmoronaron los gobiernos de izquierdas
en Etiopía y Yemen (del sur), hoy vuelve a ser el centro de unos cambios
fundamentales:
. Arabia
Saudí planea construir un megapuente sobre el Mar Rojo que una Egipto con
la Península Arábiga. Su objetivo es diversificar sus rutas comerciales, y
ampliar los beneficios por los peregrinos que atravesaría dicha ruta
terrestre a la Meca. Los saudíes construyeron otro puente que empalmó Bahréin
con Arabia, aunque lo utilizaron en marzo del 2011 para enviar un contingente
militar para aplastar la “Primavera bahreiní”
. China, que
sigue con su estratégica de la Nueva Ruta de la Seda, está construyendo un
largo tren eléctrico que conectará la capital etíope de Addis Abeba con Kenia,
Sudán del Sur, Sudán y Yibuti, enlazando los mercados africanos con China, en
el medio de una cruenta batalla entre las potencias mundiales y regionales por
los recursos naturales del continente.
El desaire
de Salman a Obama
El divorcio religioso
entre Arabia Saudí y la Administración Obama por “su benevolencia
con Irán”, es tal que el rey Salman no fue a recibirle al
aeropuerto de Riad el pasado 21 de abril en la última visita oficial que
realizaba el presidente de EEUU al viejo aliado. Obama, si bien ha apoyado la
formación de un frente amplio anti-iraní en la región que contenga el aumento
de la influencia de Teherán, también ha mirado con preocupación la “agenda”
económica, política y militar de la Casa Saud en el mundo a golpe de
petrodólares y del clérigo wahabita.
EEUU sin
retirarse de Oriente Próximo y Norte de África está ofreciendo más espacio a
las rivalidades entre Irán y Arabia Saudí, que serán quienes, aparentemente,
determinarán la dirección de los acontecimientos.
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