Entrevista a Dilma Rousseff
Darío Pignotti
La Jornada
La mandataria afirma que los golpes son procesos ilegítimos que tendrán consecuencias impredecibles.
Atrincherada, la ex guerrillera y primera mujer presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, se apresta a librar su mayor batalla para defender el gobierno elegido democráticamente, cercado por la amenaza golpista, la cual parece incontenible.
Promete luchar con todas las fuerzas y todos los días contra este golpe de Estado en curso, que probablemente se definirá a fines de agosto, luego de los Juegos Olímpicos, cuando el Senado, dominado por la oposición, vote por la continuidad o el fin de su mandato.
Dilma acaba de llegar a un amplio salón de paredes de cristal del Palacio de Alvorada, la residencia oficial que ocupa en su condición de Jefa de Estado, pese a estar suspendida del cargo mientras se lleva adelante el impeachment y el gobierno está en manos del mandatario interino Michel Temer, responsable junto al poderoso diputado Eduardo Cunha del putch parlamentario iniciado en abril.
A espaldas de la anfitriona sobresale un cuadro de trazos modernistas, Recogiendo café, de la pintora Djanira, donde tres campesinas trabajan, una junto a la otra, en una finca.
Rousseff saluda sin protocolos y se arremanga el blazer de lino gris claro con el gesto de quien dice manos a la obra. Antes de comenzar la grabación de la entrevista exclusiva de 72 minutos recuerda su viaje a México en mayo del año pasado y comenta: “Me gustaría volver con más tiempo para visitar museos y ver el cuadro sobre Emiliano Zapata que, según ahora sé, está en la sala de juntas de La Jornada”.
Deja el tono afable cuando se refiere a la traición del ahora gobernante interino Michel Temer, cuya gestión está dominada por ese corrupto llamado Eduardo Cunha, de quien sospecha, aunque no lo denuncia formalmente, que haya sobornado a decenas de parlamentarios para que votaran por la apertura del impeachment.
Repasa alguna anécdotas diplomáticas y cuestiona al actual gobierno por su disposición a alinearse con Washington, enterrando la política con énfasis latinoamericano de los gobiernos del Partido de los Trabajadores (PT) iniciados en 2003 con Luiz Inácio Lula da Silva y continuados por Rousseff en 2011.
Ya es casi mediodía, el sol domina por completo la Sala del Estado, sobre el ala oeste del palacio, avivando los rojos y amarillos de las flores y tucanes esparcidos en un tapiz del artista chileno Kennedy Bahía.
¿Podemos empezar a grabar presidenta?. Sí, adelante, responde y autoriza que ingrese el equipo de documentalistas que la sigue a sol y sombra para registrar este momento histórico en que el gigante latinoamericano enfrenta su crisis más grave desde el fin de la dictadura militar en 1985.
Rousseff habla sobre la conspiración de la cual es víctima y la sitúa en el arenero de un subcontinente en el que vislumbra estallidos sociales y democracias cada vez más degradadas.
“Considero importante estudiar las raíces de esta nueva forma de golpe que ocurren en América Latina. Lo primero que vemos es el comportamiento de las élites formando alianzas amplias para derrocar a los gobiernos populares a fin de impedir que continúen con sus programas sociales y de impulso al desarrollo.
“Vemos también que cambió el patrón del golpe. En los años 60 y 70 era el paradigma del golpe militar, con las oligarquías utilizando a las fuerzas armadas para separar del poder a los gobiernos legítimos.
Lo que resulta muy extraño es que este nuevo paradigma golpista procura mantener una apariencia institucional. Estoy hablando de esa modalidad iniciada en Honduras cuando derrocaron al presidente Manuel Zelaya (2009); después Paraguay con la caída de Fernando Lugo (2012) y ahora llegó a Brasil. Sin olvidar los intentos de desestabilización contra Evo Morales y Rafael Correa.
–¿En 2012 usted repudió la caída de Fernando Lugo, imaginó que sería la próxima víctima?
–Sinceramente jamás lo imaginé, no creía que en Brasil se iba a llegar a violar la cláusula democrática establecida dentro del Mercosur y la Unasur para preservar los gobiernos constitucionales. Jamás pensé que se iba a orquestar un ataque contra mí que fui elegida por 54 millones de ciudadanos, una conspiración a cargo de alguien que no tiene ni un solo voto (Michel Temer).
“Además de lastimar seriamente a la democracia que tanto nos costó recuperar, este golpe nos desprestigia ante el mundo.
“Y desde el punto de vista estrictamente jurídico, este impea-chment contra mí existe sin que haya ningún delito que se me pueda imputar. Y ésto no lo afirmó yo, lo dijo un grupo de peritos convocados por el Senado, y después lo confirmó la Procuraduría General de la República”.
México 1968, Río 2016
Igual que en la víspera de los Juegos Olímpicos de México en 1968, Brasil enfrenta un clima político enrarecido una semana y media antes del comienzo de la cita deportiva con la ceremonia en el legendario estadio Maracaná.
En Brasil, y especialmente en Río, se respira un aire político contaminado. Con un presidente en ejercicio, Michel Temer, cuestionado por su falta de legitimidad y rechazado por 87 por ciento de los brasileños, según una encuesta del mes pasado.
Las favelas en pie de guerra contra la policía y decenas de miles de efectivos militares convocados para ocupar los morros e impedir cualquier revuelta popular.
Algunos ministros avisan que habrá mano dura contra los inconformes a los que compara con guerrilleros urbanos, una forma de advertir a los activistas del PT y los campesinos sin tierra que convocaron a movilizaciones en defensa de la democracia.
–¿Espera que los Juegos estén marcados por la represión?
–En primer lugar quiero decir que no hay ninguna hipótesis de que haya una masacre, como la que hubo en Tlatelolco en 1968, pero lamentablemente sí hay una fuerte tendencia a una mayor presencia policial y militar en las calles (…) durante los Juegos.
“No creo que Brasil sea objeto de un ataque terrorista, pero es necesario tener cautela, no podemos descartar las amenazas, entonces es necesario que haya controles porque vimos lo que ocurrió en París y en Niza, por ejemplo.
“En Brasil hay una preocupación, en ese sentido entiendo a las autoridades, pero hay que ver si después de las olimpiadas se mantiene el mismo aparato, allí sería algo inadmisible.
Represión política
“No creo que las fuerzas armadas se presten. Ellas tienen un rol disuasorio y no entran en confrontación directa. El que actúa es el aparato policial.
Manifestación no es terrorismo. Es un derecho legítimo.
–CUT y MST, ¿convocados?
–Nosotros no controlamos esos movimientos desde aquí, del Palacio de Alvorada. Ahora, creo que es lógico que haya manifestaciones durante las olimpiadas.
–El presidente del CUT está acusado de incitar a la violencia.
–Eso es un error grave, porque la defensa de la democracia jamás puede ser confundida con incitar a la violencia. Nosotros jamás permitimos que se reprimieran las manifestaciones en favor del impeachment.
–¿Teme represión contra las movilizaciones convocadas durante las olimpiadas?
–Sería grave si el Ministerio de Justicia o cualquier otro quisiera criminalizar las movilizaciones. Lamento inmensamente que el ministro de Justicia interino (Alexandre de Moraes) equipare las manifestaciones con una forma de guerrilla urbana. Eso compromete a la democracia.
“Es típico que los procesos golpistas quieren callar las manifestaciones, que los gobiernos que no tienen votos sean intolerantes. Los golpistas siempre quieren silencio.
“En cambio, nosotros jamás criminalizamos las movilizaciones por el impeachment, porque la legitimidad que tiene un gobierno electo permite escuchar todas las voces y permitir manifestaciones.
Democracias devaluadas
–¿Imagina explosiones sociales en cadena en América Latina?
–Creo que quienes están apostando por estos golpes en América Latina corren el riesgo de causar una desestabilización profunda.
“Estos procesos golpistas pueden traer consecuencias imprevisibles. Es probable que haya. Me parece que ni los propios golpistas saben lo que podrá desencadenarse en el futuro. Lamentablemente, el precio a pagar será muy alto.
Usted puede esconder las cosas, pero al final un golpe es un golpe. Nadie puede creer que alguien da un golpe y todo queda como estaba. Nadie puede suponer que estos procesos ilegítimos no dejarán marcas.
–Un paisaje regional sombrío en un mapa global incierto.
–Vea lo que está ocurriendo en el mundo con esta globalización, que benefició a las grandes empresas oligopólicas mientras originó un retroceso para el conjunto de la población que está padeciendo las consecuencias sin que nadie le ofrezca ninguna compensación.
“En Estados Unidos tenemos ciudades inmensas que están hundidas en la decadencia y la pobreza.
“Es un cuadro tan grave, que hasta la prensa neoliberal reconoce que es un problema grave que haya desigualdad creciente y la concentración llegue al punto en que 0.01 por ciento de la población detenta casi 40 por ciento de la renta.
“Si las ganancias aumentan por encima de 300 por ciento y el salario crece 10 o 12 por ciento durante un periodo muy largo, es algo que nos llevará a conflictos. Es inexorable que haya consecuencias graves en un sistema en el que la mayoría pierde sus derechos básicos.
Estos procesos, que se prestan al surgimiento de soluciones raras, permiten que aparezcan fenómenos como el de Donald Trump.
–Los salvadores de la patria.
–Lo que ya sabemos es que en todas partes los salvadores de la patria en realidad no hacen más que comprometer la suerte del salvado.
No tengo duda de que si todo este proceso de exclusión causa semejante impacto en la economía más desarrollada del mundo, que es la de Estados Unidos, estamos frente a un fenómeno que también repercutirá en Brasil. Esa repercusión económica se verá agravada por la crisis política e institucional que tenemos por el golpe.
–¿Estados Unidos avaló el golpe?
–Creo que en estos golpes no existen esas interferencias externas tan claras como en los golpes militares. Ahora son las propias fuerzas internas las grandes responsables. Las elites de nuestros países no requieren de Estados Unidos.
–¿No hubo ninguna interferencia externa?
–Ahora, si usted me pregunta quiénes se benefician del golpe, le digo que hay varios en diversos grados.
“Entonces, se podría decir que en favor del golpe están aquellos grupos interesados en acceder al control de Petrobras con sus inmensas reservas en el área de pre-sal (aguas ultraprofundas).
“En favor del golpe pueden estar aquellos que no quieren tener la competencia en el mercado internacional de las grandes empresas constructoras brasileñas.
“Tenemos que recordar que en los últimos años tuvimos empresas brasileñas que estaban internacionalizándose a un ritmo muy significativo y conquistando espacios.
“Estoy refiriéndome a la constructora Odebrecht, que participó en la obra de (en el puerto cubano de) Mariel, pero también la empresa ha actuando en Miami, en México. Hay otras compañías con presencia internacional fuerte, como podría ser el caso de Andrade Gutiérrez. Podemos mencionar firmas brasileñas actuando en Ecuador.
“En fin, son varias participando en áreas con éxito y ello afecta intereses.
Uno puede suponer que algunas competidoras de esas empresas brasileñas que cité tienen peso político en nuestro país, y podría ser (que tengan participación en el golpe).
Banalidad del mal
Pasaron 13 años desde que Luiz Inacio Lula da Silva llegó al Palacio de Alvorada, la residencia oficial, el primero de enero de 2003, donde permaneció, relección mediante, hasta el 31 de diciembre de 2010, cuando fue sucedido por su compañera.
Al Poder, el que se escribe con mayúsculas y sobrevive a las administraciones presidenciales, siempre le resultó inaceptable tener que soportar la presencia del PT al frente del Estado.
El 12 de mayo pasado, poco después de llegar al Palacio Planalto, sede de la presidencia, el mandatario interino, Michel Temer, suprimió las imágenes publicitarias y los eslóganes de la era petista para establecer como nuevo lema oficial, el antiguo Brasil, orden y progreso, que evoca la simbología militar.
Paulatinamente fue desalojando toda la iconografía de la era petista. Incluso, despidió al mozo que durante años sirvió café a Dilma y a Lula.
Tal vez Temer todavía no haya quitado los cuadros de mujeres laboriosas del pintor modernista Emiliano di Cavalcanti, que Rousseff hizo colocar cerca de su despacho, en el tercer piso del Planalto, pero posiblemente lo hará si finalmente es confirmado en el cargo para el que no fue electo.
En su última trinchera, la residencia de Alvorada, Rousseff habla de seguir peleando todos los días con el mismo optimismo y de su admiración por la pintora surrealista española Remedios Varo, una luchadora.
Enciende su tableta para mostrarme pinturas de Varo.
Adoro sus obras. Fue una artista ma-ra-vi-llo-sa, que peleó por la república en España y después tuvo que asilarse en México. Cuando vuelva a México quiero ir alguna de sus exposiciones.
La conversación retoma lo político, y el impeachment que se tramita en el Senado, integrado por 81 legisladores mayoritariamente opositores a la presidenta electa y el PT. Para ser absuelta y volver a su cargo, Rousseff necesita contar con el apoyo de 27 congresistas, número que parece improbable.
–¿Aún es posible vencer en el Senado?
–Creo que cabe citar a Antonio Gramsci, quien nos decía que tenemos que ser pesimistas desde la razón y optimistas desde la voluntad. Soy muy optimista en mi voluntad, porque creo que esta lucha es fundamental para Brasil y América Latina, y al mismo tiempo hago un análisis realista sobre los pros y contra de la realidad de cada día.
–¿Está hablando con senadores?
–Sin duda. Platico con ellos habitualmente, pero no voy a decirle el número de los legisladores que hoy por hoy nos apoyan (ríe).
–Políticos y medios de comunicación intentan imponer la idea de que todo ocurre dentro de la ley. ¿Brasil vive una cotidianidad anómala?
–Voy a tomar prestada su definición para describir el momento que vivimos en Brasil. En verdad estamos ante una cotidianidad anómala, en la cual los que dieron el golpe quieren esconderlo atrás del proceso de impeachment, de la tramitación formal en el Senado y del aparato institucional, con todo su ritual.
“Lo que estamos viviendo es un cuadro de tranquilidad aparente, que tarde o temprano acabará por estallar, porque no se puede sostener indefinidamente ese ocultamiento de lo real, y lo real es el golpe.
“Quien mejor trató este tipo de fenómenos fue la filósofa Hanna Arendt a través de la idea de la banalidad del mal.
No quiero ser exagerada en las comparaciones, pero cuando uno ve cómo se está encubriendo la realidad con tanta alevosía, esto me recuerda otras situaciones más extremas, como las que trata Arendt cuando escribe sobre el proceso contra el criminal de guerra nazi Adolf Eichmann. Ahí ella nos enseñó cómo es posible que el mal conviva tranquilamente con lo cotidiano, cómo el mal se esconde debajo del aspecto neutro de un burócrata de la muerte. Como Eichmann, era capaz de llegar a su casa y besar a sus hijos como si no pasara nada en los campos de concentración".
El original se encuentra disponible en http://www.jornada.unam.mx/2016/07/24/mundo/018e1mun
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