Podemos se ha asustado de Podemos y ya no quiere ser tan Podemos como antes. Son víctimas de la hegemonía que vinieron a derrocar. Romper con ella es arriesgado pero el que no arriesga no gana. A ganar se empieza venciendo los muros en los que te encierra el rival.
Javier Gallego
Venían a asaltar los cielos y al primer fracaso, asfaltan los suelos. Es normal venirse abajo cuando te has venido muy arriba pero Podemos debería superar esa melancolía en la que se ha instalado tras las elecciones, si no quiere acabar siendo la nueva Izquierda Unida. No querían ser la izquierda triste y perdedora y sin embargo han caído en su misma autocrítica autodestructiva. Ahora resulta que se cierra la hipótesis fundacional y la ventana de oportunidad histórica y toca pasar de la guerra relámpago a la de trincheras en la que me temo que quien más se desgastará son los que más gastados están. Venían a tomar el cielo por asalto y se ponen a cavar hacia abajo.
Indudablemente, empieza una nueva etapa en la oposición en la que Podemos tendrá tiempo de madurar como partido. Veremos cómo pasan de los platós al hemiciclo. Incluso veremos si son capaces de mejorar las formas que tantas veces les han perdido, especialmente a su líder. Renunciar al espíritu explosivo, imprevisible, audaz, incluso incorrecto, que le ha hecho relevante, sin embargo, no parece la mejor manera de seguir creciendo sino de convertirse en un partido más que no se parezca a la manera de hacer política de la calle indignada a la que vinieron a representar. Al propio Iglesias le asusta pasar de ser partisanos a soldados de un ejército regular.
Madurar no tiene por qué significar moderarse. Al contrario, quizá lo que le ha faltado a Podemos en los últimos tiempos es esa fogosidad despreocupada y atrevida de sus inicios que ilusionaba y emocionaba, que llevó a las urnas a gente que nunca votaba, ésa misma que ahora se ha vuelto a quedar en casa. Demasiado cerebro y poco corazón, demasiados volantazos estratégicos para esquivar los golpes, han provocado el choque con la realidad. Recordemos que lo que les hizo crecer y multiplicarse fue precisamente pasar por encima de esa realidad única a la que llaman inevitable y fatal. Infectaron a la gente de utopía y ahora la quieren curar con realismo.
Da la impresión de que han acabado comprando el discurso del miedo del enemigo. Podemos se ha asustado de Podemos y ya no quiere ser tan Podemos como antes. El miedo ha vuelto a cambiar de bando, de Génova al partido morado. Resulta sorprendente que los profesores que tan bien leyeron el momento político, no lean ahora que son víctimas de la hegemonía que vinieron a derrocar. Romper con ella es arriesgado pero el que no arriesga no gana y ellos dicen que vinieron a ganar. A ganar se empieza venciendo los muros en los que te encierra el rival.
Por supuesto que el miedo a Podemos bombardeado incesantemente desde los medios dificulta que se conviertan en un partido mayoritario, pero el temor no ha paralizado a los abstencionistas, ha movilizado a los asustados. Así que no sólo se trata de dejar de ser un partido amenazante sino de volver a ser un partido ilusionante, si quieren optar a ser gobierno. Se trata también de dejar de hablar tanto de sí mismos y volver a ser la fuerza que defienda con beligerancia, urgencia y contundencia a la calle. Todos tenemos que regresar a ella. Olvidamos que nunca debimos abandonarla porque ése es el verdadero motor del cambio.
Resistir en su trinchera es la estrategia de Rajoy, no puede ser la de quienes han venido a echarle. Incendiad, no apaguéis el fuego.
Fuente: eldiario.es
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