lunes, 4 de julio de 2016

El Brexit, una estupenda noticia para el resto de la UE




Joris Luyendijk
Los demócratas de toda Europa están conmocionados por el Brexit, cuando deberían estar jubilosos. Que una escasa mayoría de votantes británicos – principalmente ingleses y galeses – haya actuado contra sus propios intereses económicos a corto y largo plazo con el fin de dejarnos es una bendición. A lo largo de decenios, los gobiernos británicos han llevado adelante un doble juego, consiguiendo todas las ventajas de la pertenencia a la UE a la vez que optaban por excluirse de sus cargas, socavando e incluso chantajeando al club desde dentro. Todo esto ya se ha terminado.

Para entender por qué el Brexit es tan buena noticia no tenemos que fijarnos en las mentiras del campo del “sí” sino en los argumentos del “no”. Consisten esencialmente en dos afirmaciones. La primera es que marcharse no haría más que empeorar las cosas, lo que los partidarios de irse motejaban con razón “Proyecto del Miedo”. En segundo lugar está la promesa de los favorable a quedarse de que la UE nunca sería nada más que un mercado. Los temores a la pérdida de soberanía andaban errados, argumentaba el campo del “no”, puesto que la UE bloquearía y vetaría cualquier paso futuro en esa dirección.  

Detengámonos y reflexionemos sobre lo que una victoria del permanecer habría supuesto. Para convertirse algún día en entidades democráticas legítimas y que funcionen, la UE y la eurozona tienen que reformarse espectacularmente.. En algunos casos, esto significa el retorno de ciertos poderes a escala regional o nacional: demasiado a menudo la “cooperación europea” se ha convertido en homogeneización e innecesaria centralización. En otros casos, podemos decidir investir de mayores poderes al plano europeo si este fortalece su naturaleza democrática y hace aumentar nuestro poder frente al cabildeo de las grandes empresas.

Si el “no” hubiera ganado el referéndum, la UE se habría convertido en rehén del sabotaje británico. Los futuros primeros británicos habrían vetado todo cambio fundamental que implicara transferencias de soberanía, arguyendo, con razón, que su pueblo había votado solamente en favor de la actual configuración de la UE. Gran Bretaña seguiría exigiendo cada vez más excepciones y concesiones, jugando con la fantasía de que su pertenencia la UE es un favor que Gran Bretaña le hace al resto de Europa. La prensa británica y los políticos eurófobos seguirían retratando a la UE en los términos más horripilantes, mendaces e irrisorios, con lo que presentaríamos un terrible aspecto a ojos de norteamericanos y asiáticos, africanos y rusos de lengua inglesa.  

El problema con Gran Bretaña no es que fuera crítica con la UE. El problema era la mala fe y el pensamiento ilusorio. Como ha mostrado el debate del referéndum, el país no ha llegado a aceptar su propia irrelevancia global, de ahí su rechazo a compartir soberanía. Sigue creyendo que como  nación soberana puede conseguir todo lo que tenía como miembro de la UE y más. Cuando los demócratas de Europa hablan acerca de la “reforma de la UE”, quieren decir poner en práctica disposiciones para hacer democrática la soberanía compartida de Europa. Los británicos entienden por ello hacer retroceder esa soberanía compartida. Por esta razón, la pertenencia británica a la UE habría chocado con un muro tarde o temprano. .

Lo que nos lleva a la concepción de los partidarios del “no” de Europa como un simple “mercado”. Este es un punto de vista desastroso. Los mercados no son nunca arreglos neutrales sino que siempre son constructos políticos. Consideremos si permitiríamos a las empresas farmacéuticas comercializar directamente los antidepresivos a los consumidores, como en los EE.UU., o no…como en Europa. Ambos son “mercados”, pero la diferencia en sus repercusiones en la sociedad es profunda. Pensemos en la normativa ambiental, en los transgénicos, en las leyes anti-trust (¿cuándo es un mercado un oligopolio?), la intimidad o las prioridades de aplicación de las violaciones de la propiedad intelectual. Luego está la cuestión de qué debería ser, para empezar, mercado: ¿la educación, la salud, el sistema penitenciario?

Dejar estas decisiones a los tecnócratas europeos significa que cedemos en efecto el control de nuestra sociedad a los grupos de presión empresariales que tienen acceso directo a estos tecnócratas. A día de hoy, los bancos globales y demás multinacionales operan en un plano europeo, mientras que la política tiene lugar a escala nacional. Como resultado de ello, las grandes empresas pueden enfrentar a un país europeo contra otro en una carrera reguladora por el nivel más bajo, exigiendo tasas impositivas cada vez más reducidas, cuando no directamente homeopáticas.

¿Es esta la UE que queremos? ¿O construimos un poder de contrapeso fuerte y democráticamente legítimo que pueda operar en el mismo plano europeo que el cabildeo de las grandes empresas? Si esto segundo es el caso, tenemos que construir un espacio político paneuropeo dinámico con debate de verdad y poderes reales. Es una locura que los europeos tengan su propio tribunal, parlamento y moneda, pero carezcan de un foro público paneuropeo en el que debatir qué hacer con esos instrumentos.

Quizás la construcción de un “demos” europeo de este género sea demasiado pedir, demasiado rápido. Lo que está claro es que la actual EU es empresarial y antidemocrática y que la eurozona es un desastre. Los europeos pueden tirar la toalla, desmantelar el tinglado entero y retirarse a sus pequeños países impotentes. O pueden hacer un último intento para hacer que el proyecto europeo funcione.

En Gran Bretaña una minoría quería formar parte de esto, pero la parte principal, no. Que juegue Europa ahora duro en las negociaciones y deseémosles lo mejor a sus vecinos británicos.


Joris Luyendijk
periodista holandés radicado en Londres, es conocido por la sección Banking Blog, publicada en The Guardian, en la que desde 2011 ha examinado el mundo financiero desde una perspectiva antropológica, y de la que salió su libro Swimming with Sharks: My Journey into the World of Bankers [edición en español: Entre tiburones, Malpaso, Barcelona, 2016]. Luyendijk estudió árabe y ciencias sociales en las universidades de Amsterdam y El Cairo y fue corresponsal en Oriente Medio y colaborador de medios holandeses como NRC Handelsblad y De Standaard.
Fuente:
The Guardian, 24 de junio de 2016
Traducción:
Lucas Antón

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