martes, 12 de julio de 2016

El error europeo de Podemos



Yanis Varoufakis 


Tres días después del shock del Brexit, los españoles acudieron a las urnas para generar un resultado que, ostensiblemente, otorga la victoria a las fuerzas del statu quo. Sin embargo, el statu quo está cansado, fragmentado y en camino a deshacerse, a menos que se impida la deconstrucción de la UE.

 Pero el establishment español, resuelto a mantener el statu quo, carece de capacidad analítica, no menos que de voluntad política, para impedir la desintegración de la UE. De modo que un resultado electoral a favor de la continuidad viene a ser presagio de profunda incertidumbre.

 España y el Reino Unido difieren en un sentido crucial. Aunque las políticas y las instituciones de la UE han dañado a la economía española mucho más que a la británica, el sistema político español sigue estando en muy gran medida libre de euroescepticismo. La aparente paradoja se disuelve al punto, cuando se cae en la cuenta de la tradicional falta de legitimidad de las elites españolas en su propio país. Conmovida por el veredicto radical de los votantes británicos, la Europa “oficial” se dio un respiro con el resultado de las elecciones generales en España. Leyó en ellas la prueba de que el factor miedo post-Brexit puede ayudar a cortarles las alas a los votantes, alejándolos de los partidos “populistas”. Si así fuera, empero, ¿por cuánto tiempo podrá el miedo conservar la lealtad de los votantes a un statu quo que se desploma? La amenaza de una victoria pírrica para el establishment español es, así pues, una amenaza clara y viva.

 Los Tories británicos, como Michael Gove y Boris Johnson, sabían que podían lograr apoyos masivos con una consigna como “¡Queremos que nos devuelvan nuestro país!”. El establishment español no puede hacer lo mismo. Y no puede, porque lo que ha hecho en las últimas cuatro décadas es mantenerse en el mando ofreciendo a los votantes un pacto inopinado: “Manténgannos en el gobierno, que haremos lo que haga falta para que ustedes se libren de nosotros transfiriendo y cediendo más y más poder a Bruselas y a Francfort”. Llamar ahora a restaurar la soberanía resultaría chocante para los votante españoles: algo así como desdecirse de la promesa de dejarlos libres de sus inveterados dominadores locales. Y sin embargo, una vez más, esa promesa se ve cada vez más amenazada en una época en que el proceso de europeización se halla en dificultades muy serias.

 El establishment español se encuentra en un brete. Para seguir en el poder, tiene que continuar con el relato de la europeización y seguir sin pausa con las transferencias de autoridad hacia la tecnocracia de la UE. Al propio tiempo, sin embargo, es claro para el grueso de la ciudadanía española que la tecnocracia de la UE ha perdido el rumbo, ha infligido a la periferia europea una recesión innecesaria, ha perdido el apoyo de una holgada mayoría de los europeos y está perdiendo ahora el control de importantes ámbitos de la UE, como el Reino Unido.

 Una de las estrategias seguidas por el establishment en el curso de las recientes elecciones fue la de la negación basada en una interpretación panglosiana de la coyuntura. El presidente del gobierno, Mariano Rajoy, ha venido repitiendo ad infinitum historias de “buenas nuevas”, según las cuales la austeridad y la eliminación de las protecciones de los trabajadores habrían vuelto a situar a España en la senda, lenta pero segura, de la recuperación. Una segunda estrategia empleada consistió en la “proyección del miedo” y en la “carta Tsipras”: en la repetición ad nauseam de la advertencia de que si el partido radical Podemos (el nuevo partido salido de las manifestaciones y ocupaciones contra la austeridad) llegaba a entrar en el gobierno, España se convertiría en otra Grecia.

 Ninguna de esas dos estrategias funcionó en las elecciones generales del pasado 20 de diciembre, que dieron lugar a un parlamento sin mayoría absoluta, incapaz de formar una coalición de gobierno y, así, abocado a unas nuevas elecciones, las que acaban de celebrarse. Con el shock del Brexit ocurrido sólo tres días antes, los encuestadores tienen una excusa para su grave fracaso predictivo: Podemos terminó tercero, y no, como se había pronosticado, segundo.

 Desde las inconcluyentes elecciones de diciembre de 2015, Podemos forjó una valiosa alianza con Izquierda Unida, el partido tradicional de la izquierda española, que se suponía aportaría a Podemos su millón de votos leales, contribuyendo de esta guisa al sorpasso del PSOE, el partido de los desjarretados socialdemócratas españoles. Y hete aquí que llegó el Brexit y pasó factura a esas esperanzas y a esos pronósticos. La razón de que el Brexit ayudara al PSOE a evitar in extremis el sorpasso de Podemos es muy, muy simple: el tema de la desintegración de Europa entró como un aldabonazo en la campaña electoral tres días antes de que España votara.

 El Brexit benefició a las dos fuerzas políticas partidarias del statu quo, porque el miedo que inspiró hizo más atractivos a los partidos que proponían el curso de “seguir como estamos”. El partido que proponía un nuevo curso para España y para Europa, Podemos, era el partido del que los votantes esperaban una agenda europea clara: un conjunto convincente de políticas que pudieran ser realizadas realistamente bajo las actuales instituciones de la UE con objeto de poner fin a la austeridad, estimular el crecimiento y permitir a Podemos gobernar conforme a su programa.

 La verdad es que ninguno de los tres grandes partidos (PP, PSOE o Podemos) ofreció al electorado una agenda europea convincente en la que poder anclar sus políticas internas. El PP prometió que se le permitiría torcer un poco las reglas de la UE a cambio de la sumisión a Bruselas. El PSOE arguyó que ellos podrían hacer eso mismo, pero mejor que el PP. Y Podemos se columpió en vagas y sensibleras apelaciones a “otra” Europa.

 Podemos, lo mismo que los otros dos grandes partidos, esperaba que a los votantes, concentrados en los asuntos internos, les pasaría por alto su falta de agenda europea. El Brexit hizo añicos esa esperanza, devolviendo al PSOE a antiguos votantes socialistas y anulando los beneficios derivables para Podemos de su alianza con Izquierda Unida.

 En un artículo sobre España, escrito también para Newsweek (y traducido en SinPermiso) antes del referéndum en el Reino Unido y de las elecciones en España, concluía yo que:

 “Europa está al borde del abismo y nuestra ‘Unión’ se está desintegrando como resultado de una perniciosa mezcla de autoritarismo y mala política. España puede cambiar esto. Pero para que eso suceda, Podemos tiene que auparse a una agenda europea atractiva.”

 El error de Podemos fue comparecer sin esa agenda. El decepcionante tercer puesto es el precio que ha terminado pagando por ello. También ha sido un golpe para Europa, en la medida en que Bruselas, Francfort y Berlín ven ahora el resultado español como una señal de que seguir como hasta ahora sigue siendo una opción.

 Pero seguir igual no es factible, de manera que el resultado español favorable al statu quo viene a ser presagio de la honda incertidumbre que se abatirá sobre Europa. La UE se halla en un punto en el que los progresistas radicales, como Podemos, son su única esperanza de supervivencia. Y sería deseable que Podemos, de la mano de todas las fuerzas europeas progresistas, abrazara una consigna similar, pero muy diferente, de los partidarios del Brexit: “¡Queremos que nos devuelvan nuestra Europa!”.

 La buena nueva es que Podemos ha solidificado ahora su posición como fuerza política mayor. Sus filas rebosan de figuras en los gobiernos municipales –como Ada Colau, la alcaldesa de Barcelona— con experiencia de primera mano en la conversión de una agenda de movimiento de protesta en un gobierno práctico e innovador.

 El único ingrediente que falta es el de una agenda europeísta progresista del tipo de la que el DiEM25 está tratando de construir desde la base y por toda Europa.

Traducción para www.sinpermiso.info: Ventureta Vinyavella

Yanis Varoufakis exministro de finanzas del gobierno griego de Syriza, es Profesor de política económica en la Universidad de Atenas. Su libro El Minotauro Global, para muchos críticos la mejor explicación teórico-económica de la evolución del capitalismo en las últimas 6 décadas, fue publicado en castellano por la editorial española Capitán Swing, a partir de la 2ª edición inglesa revisada. Una extensa y profunda reseña del Minotauro, en SinPermiso Nº 11, Verano-Otoño 2012.

Fuente: sinpermiso - Newsweek, 8 julio 2016

Traducción: Ventureta Vinyavella

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